sábado, 21 de febrero de 2009

De la filosofía del sacrificio a la filosofía de la eficacia



“Como yo sufrí,
los demás también tienen que sufrir
para que sepan lo que es bueno”
Un paciente.
El ser humano tiende a justificar sus circunstancias por orgullo. Es tendencia natural querer imponer la propia realidad como la más válida sino la única. El paciente de la cita que encabeza este capítulo, considera que como él sufrió en la vida, tiene derecho a hacer sufrir a los demás o por lo menos a desear que también sufran. ¡Qué daría por leer un sistema de pensamiento en el que no se asomara por ningún lado una justificación conveniente a la coyuntura de su creador!Como hijo que soy de padres italianos emigrados hacia “El sueño Americano” después de la segunda guerra, sé lo que es la “filosofía del sacrificio”. Criados en la incertidumbre de una Europa convulsionada por los conflictos armados, la generación de mis padres tuvo que refugiarse en la filosofía del sacrificio como justificativo de su situación. Ellos compusieron la máxima: «El sacrificio dignifica al hombre»El pasado próximo y el futuro inmediato se les presentaban como una eterna carrera de obstáculos. Su día a día estaba lleno de miserias, de esfuerzos, de privaciones y nada mejor que ciertos pasajes bíblicos sobre «la preferencia que el reino celestial tiene hacia los desposeídos» para justificar su destino.No tolerar su realidad los habría enloquecido,
la filosofía del sacrificio como forma sublime del vivir, fue su salvación. Así, al jornalero que trabajaba de sol a sol, sin esperanza de mejorar su realidad cotidiana, no le quedó otra alternativa que convencer a su esposa e hijos a resignarse bajo la justificación de que lo ganado con el sudor de la frente, aunque no fuera suficiente, debía de llenar los estómagos, la comida faltante debía ser reemplazada por el orgullo de ser hombres sufridos. «Lo que se gana con sacrificio es más valioso», con frases como ésta, más de una vez, se pretendió saciar el hambre de la familia, intentando llenar con palabras las ansias que la escasa comida nunca saciaba del todo. «Nada más infame que un banquete de ricos...lo dicen las escrituras: Tantos ricos irán al cielo como camellos...»Así el pobre soportó su pobreza (¿qué más le quedaba?). Pero el vano orgullo nunca llenaría los estómagos.La filosofía del sacrificio volvió sospechoso a todo ser afortunado, siendo igual si la fortuna en cuestión era fruto del ingenio y la eficacia o de la corrupción y el juego. Toda riqueza era de dudosa reputación. El mártir creó sus propios demonios: la buenaventura, el disfrute, el éxito, la riqueza, la placidez, la satisfacción.Estos indigentes de satisfacción erigieron sus propios dioses: el sacrificio, el sudor, la incomodidad, las causas perdidas, la pobreza, la marginalidad, la prisa, la insatisfacción, las obligaciones (increíble, pero en el siglo donde se terminó de abolir la esclavitud se enalteció el cumplimiento de obligaciones como sentido de la vida).Todo aquel que llegara a insinuar que las cosas pudieran ser más fáciles era tildado de anticristo y, de haber podido, lo habrían quemado en la hoguera. Por supuesto que esta filosofía fue secundada por los estados: un pueblo dispuesto a sacrificarse sin protestar era muy conveniente. La brecha generacional es una consecuencia inevitable de la evolución. Por brecha generacional se entiende las diferencias entre los “viejos” y los “jóvenes”. Pero creo que jamás estos contrastes han sido tan radicalmente opuestos como en este cambio de milenio. La filosofía del sacrificio ha sido sustituida por la filosofía de la eficacia: producir lo más rápido posible, gastando la menor cantidad de energía, es lo que dignifica al hombre moderno. El mártir pasará a ser un antisocial.Ya no se trata de cuánto se sacrifique alguien para hacer algo, sino de cuánto disfrute haciéndolo, los héroes han sufrido una metamorfosis de los valores. El que se sacrifica al hacer algo peca de no saber cómo hacer lo mismo placenteramente.Ser un hombre en el mundo implica vivir en la época que le toca vivir. Pero, ¿qué pasa con los padres que han aprendido de sus padres la filosofía del sacrificio como un dogma de vida que deben transmitir a sus hijos? Hoy día, alguien educado en la filosofía del sacrificio ha sido educado para fracasar ante el proyecto social.En este período de transición entre dos filosofías, el DDI es más poderoso y sutil que nunca. La tecnología ha cambiado la noción del tiempo y el espacio, acortando las distancias y efectivizando el tiempo. El e-mail (que no teme tormentas, ni nevadas, ni ataques indios), sustituye a todas las lentas variantes del Pony Express. Las comunicaciones han unido al mundo. El ocio y el divertimiento han ganado un lugar nuevo en la historia, ahora son patrimonio de todos. Las horas de trabajo van en disminución porque no tiene sentido producir más de lo necesario.A pesar que paradójicamente el tiempo del planeta (en el sentido de su evolución hacia la muerte), esté acortándose por los contaminantes producidos por la civilización que se han sumado a las catástrofes naturales, el tiempo real de vida de cada persona, que es su única realidad, aumenta en potenciales satisfacciones y disminuye en miserias.El DDS es una filosofía para todos.
Disfrutar ya no es pecado. El nuevo Dios será un dios que se rebele al sufrimiento, la opresión, la injusticia y sobre todo al sacrificio. La filosofía actual pretende enarbolar una iconografía de héroes astutos, efectivos, ricos, conocedores y defensores de la ciencia, que no hablan de pueblos separados sino de humanidad unida, que proponen soluciones prácticas para mejoras universales. Los nuevos creyentes adorarán un Dios que reconozca que el mundo es digno de disfrutar. Un Dios que no ofrezca una incierta “vida eterna” sino una “buena vida” en esta tierra. Un Dios que reconozca nuestras virtudes, un Dios que realce la felicidad como modelo de dignidad, en lugar de las antiguas imágenes de mártires, en fin... ¡Un Dios más verosímil! Un Dios que aclare que el paraíso y el infierno no son un premio o un castigo póstumo sino, escogencias naturales del ser humano...en vida.

(Mario Fattorello. Manifiestos de Psiconomía 2004)